33. Si encubrí, como los hombres mis prevaricaciones, escondiendo en mi seno mi iniquidad;
34. si temí a la gran multitud, y el menosprecio de las familias me atemorizó, y callé, y no salí de mi puerta,
35. ¡quién me diera quien me oyese! He aquí mi señal es que el Omnipotente testificará por mí, aunque mi adversario me hiciera el proceso.