20. Mas no os regocijéis en esto de que los espíritus se os sujetan; antes regocijaos de que vuestros nombres están escritos en el cielo.
21. En aquella misma hora Jesús se regocijó en su espíritu, y dijo: Te doy gracias, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí Padre, porque así te agradó.
22. Todas las cosas me son entregadas por mi Padre; y nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y a quien el Hijo lo quisiere revelar.
23. Y volviéndose a sus discípulos, les dijo en privado: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis:
24. Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
25. Y he aquí un doctor de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
26. Y Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
27. Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
28. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
29. Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?