31. Por tanto, velad, acordándoos de que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.
32. Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, la cual es poderosa para edificaros y daros heredad con todos los santificados.
33. Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado.
34. Antes bien, vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido.