Mateo 26:47-64 Nueva Versión Internacional (NVI)

47. Todavía estaba hablando Jesús cuando llegó Judas, uno de los doce. Lo acompañaba una gran turba armada con espadas y palos, enviada por los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo.

48. El traidor les había dado esta contraseña: «Al que le dé un beso, ése es; arréstenlo.»

49. En seguida Judas se acercó a Jesús y lo saludó.—¡Rabí! —le dijo, y lo besó.

50. —Amigo —le replicó Jesús—, ¿a qué vienes?Entonces los hombres se acercaron y prendieron a Jesús.

51. En eso, uno de los que estaban con él extendió la mano, sacó la espada e hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole una oreja.

52. —Guarda tu espada —le dijo Jesús—, porque los que a hierro matan, a hierro mueren.

53. ¿Crees que no puedo acudir a mi Padre, y al instante pondría a mi disposición más de doce batallones de ángeles?

54. Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras que dicen que así tiene que suceder?

55. Y de inmediato dijo a la turba:—¿Acaso soy un bandido, para que vengan con espadas y palos a arrestarme? Todos los días me sentaba a enseñar en el templo, y no me prendieron.

56. Pero todo esto ha sucedido para que se cumpla lo que escribieron los profetas.Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

57. Los que habían arrestado a Jesús lo llevaron ante Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los maestros de la ley y los ancianos.

58. Pero Pedro lo siguió de lejos hasta el patio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los guardias para ver en qué terminaba aquello.

59. Los jefes de los sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban alguna prueba falsa contra Jesús para poder condenarlo a muerte.

60. Pero no la encontraron, a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos.Por fin se presentaron dos,

61. que declararon:—Este hombre dijo: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días.”

62. Poniéndose en pie, el sumo sacerdote le dijo a Jesús:—¿No vas a responder? ¿Qué significan estas denuncias en tu contra?

63. Pero Jesús se quedó callado. Así que el sumo sacerdote insistió:—Te ordeno en el nombre del Dios viviente que nos digas si eres el Cristo, el Hijo de Dios.

64. —Tú lo has dicho —respondió Jesús—. Pero yo les digo a todos: De ahora en adelante verán ustedes al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo.

Mateo 26