42. Estaba acercándose el muchacho cuando el demonio lo derribó con una convulsión. Pero Jesús reprendió al espíritu maligno, sanó al muchacho y se lo devolvió al padre.
43. Y todos se quedaron asombrados de la grandeza de Dios.En medio de tanta admiración por todo lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:
44. —Presten mucha atención a lo que les voy a decir: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.
45. Pero ellos no entendían lo que quería decir con esto. Les estaba encubierto para que no lo comprendieran, y no se atrevían a preguntárselo.
46. Surgió entre los discípulos una discusión sobre quién de ellos sería el más importante.
47. Como Jesús sabía bien lo que pensaban, tomó a un niño y lo puso a su lado.
48. —El que recibe en mi nombre a este niño —les dijo—, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que es más insignificante entre todos ustedes, ése es el más importante.
49. —Maestro —intervino Juan—, vimos a un hombre que expulsaba demonios en tu nombre; pero como no anda con nosotros, tratamos de impedírselo.
50. —No se lo impidan —les replicó Jesús—, porque el que no está contra ustedes está a favor de ustedes.
51. Como se acercaba el tiempo de que fuera llevado al cielo, Jesús se hizo el firme propósito de ir a Jerusalén.
52. Envió por delante mensajeros, que entraron en un pueblo samaritano para prepararle alojamiento;
53. pero allí la gente no quiso recibirlo porque se dirigía a Jerusalén.
54. Cuando los discípulos Jacobo y Juan vieron esto, le preguntaron:—Señor, ¿quieres que hagamos caer fuego del cielo para que los destruya?
55. Pero Jesús se volvió a ellos y los reprendió.
56. Luego siguieron la jornada a otra aldea.
57. Iban por el camino cuando alguien le dijo:—Te seguiré a dondequiera que vayas.
58. —Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos —le respondió Jesús—, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
59. A otro le dijo:—Sígueme.—Señor —le contestó—, primero déjame ir a enterrar a mi padre.
60. —Deja que los muertos entierren a sus propios muertos, pero tú ve y proclama el reino de Dios —le replicó Jesús.