Lucas 8:32-48 Nueva Versión Internacional (NVI)

32. Como había una manada grande de cerdos paciendo en la colina, le rogaron a Jesús que los dejara entrar en ellos. Así que él les dio permiso.

33. Y cuando los demonios salieron del hombre, entraron en los cerdos, y la manada se precipitó al lago por el despeñadero y se ahogó.

34. Al ver lo sucedido, los que cuidaban los cerdos huyeron y dieron la noticia en el pueblo y por los campos,

35. y la gente salió a ver lo que había pasado. Llegaron adonde estaba Jesús y encontraron, sentado a sus pies, al hombre de quien habían salido los demonios. Cuando lo vieron vestido y en su sano juicio, tuvieron miedo.

36. Los que habían presenciado estas cosas le contaron a la gente cómo el endemoniado había sido sanado.

37. Entonces toda la gente de la región de los gerasenos le pidió a Jesús que se fuera de allí, porque les había entrado mucho miedo. Así que él subió a la barca para irse.

38. Ahora bien, el hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le permitiera acompañarlo, pero Jesús lo despidió y le dijo:

39. —Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti.Así que el hombre se fue y proclamó por todo el pueblo lo mucho que Jesús había hecho por él.

40. Cuando Jesús regresó, la multitud se alegró de verlo, pues todos estaban esperándolo.

41. En esto llegó un hombre llamado Jairo, que era un jefe de la sinagoga. Arrojándose a los pies de Jesús, le suplicaba que fuera a su casa,

42. porque su única hija, de unos doce años, se estaba muriendo.Jesús se puso en camino y las multitudes lo apretujaban.

43. Había entre la gente una mujer que hacía doce años padecía de hemorragias, sin que nadie pudiera sanarla.

44. Ella se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, y al instante cesó su hemorragia.

45. —¿Quién me ha tocado? —preguntó Jesús.Como todos negaban haberlo tocado, Pedro le dijo:—Maestro, son multitudes las que te aprietan y te oprimen.

46. —No, alguien me ha tocado —replicó Jesús—; yo sé que de mí ha salido poder.

47. La mujer, al ver que no podía pasar inadvertida, se acercó temblando y se arrojó a sus pies. En presencia de toda la gente, contó por qué lo había tocado y cómo había sido sanada al instante.

48. —Hija, tu fe te ha sanado —le dijo Jesús—. Vete en paz.

Lucas 8