26. Por tanto, hoy les declaro que soy inocente de la sangre de todos,
27. porque sin vacilar les he proclamado todo el propósito de Dios.
28. Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos para pastorear la iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre.
29. Sé que después de mi partida entrarán en medio de ustedes lobos feroces que procurarán acabar con el rebaño.
30. Aun de entre ustedes mismos se levantarán algunos que enseñarán falsedades para arrastrar a los discípulos que los sigan.
31. Así que estén alerta. Recuerden que día y noche, durante tres años, no he dejado de amonestar con lágrimas a cada uno en particular.