18. Asegúrense de que ningún hombre ni mujer, ni clan ni tribu entre ustedes, aparte hoy su corazón del Señor nuestro Dios para ir a adorar a los dioses de esas naciones. Tengan cuidado de que ninguno de ustedes sea como una raíz venenosa y amarga.
19. »Si alguno de ustedes, al oír las palabras de este juramento, se cree bueno y piensa: “Todo me saldrá bien, aunque persista yo en hacer lo que me plazca”, provocará la ruina de todos.
20. El Señor no lo perdonará. La ira y el celo de Dios arderán contra ese hombre. Todas las maldiciones escritas en este libro caerán sobre él, y el Señor hará que desaparezca hasta el último de sus descendientes.
21. El Señor lo apartará de todas las tribus de Israel, para su desgracia, conforme a todas las maldiciones del pacto escritas en este libro de la ley.
22. »Sus hijos y las generaciones futuras, y los extranjeros que vengan de países lejanos, verán las calamidades y enfermedades con que el Señor habrá azotado esta tierra.
23. Toda ella será un desperdicio ardiente de sal y de azufre, donde nada podrá plantarse, nada germinará, y ni siquiera la hierba crecerá. Será como cuando el Señor destruyó con su furor las ciudades de Sodoma y Gomorra, Admá y Zeboyín.
24. Todas las naciones preguntarán: “¿Por qué trató así el Señor a esta tierra? ¿Por qué derramó con tanto ardor su furia sobre ella?”
25. Y la respuesta será: “Porque este pueblo abandonó el pacto del Dios de sus padres, pacto que el Señor hizo con ellos cuando los sacó de Egipto.
26. Se fueron y adoraron a otros dioses; se inclinaron ante dioses que no conocían, dioses que no tenían por qué adorar.
27. Por eso se encendió la ira del Señor contra esta tierra, y derramó sobre ella todas las maldiciones escritas en este libro.