29. Siete días estuvieron acampados los unos frente a los otros, y el séptimo día se desató el combate. En un solo día los israelitas le causaron cien mil bajas a la infantería siria.
30. Los demás soldados huyeron a Afec, pero la muralla de la ciudad se desplomó sobre veintisiete mil de ellos.Ben Adad, que también se había escapado a la ciudad, andaba de escondite en escondite.
31. Entonces sus funcionarios le dijeron: «Hemos oído decir que los reyes del linaje de Israel son compasivos. Rindámonos ante el rey de Israel y pidámosle perdón. Tal vez le perdone a usted la vida.»
32. Se presentaron entonces ante el rey de Israel, se rindieron ante él y le rogaron:—Su siervo Ben Adad dice: “Por favor, perdóname la vida.”—¿Todavía está vivo? —preguntó el rey—. ¡Pero si es mi hermano!
33. Los hombres tomaron esa respuesta como un buen augurio y, aprovechando la ocasión, exclamaron:—¡Claro que sí, Ben Adad es su hermano!—Vayan por él —dijo el rey.Cuando Ben Adad se presentó ante Acab, éste lo hizo subir a su carro de combate. Entonces Ben Adad le propuso:
34. —Te devolveré las ciudades que mi padre le quitó al tuyo, y podrás establecer zonas de mercado en Damasco, como lo hizo mi padre en Samaria.Acab le respondió:—Sobre esa base, te dejaré en libertad.Y así firmó un tratado con él, y lo dejó ir.
35. En obediencia a la palabra del Señor, un miembro de la comunidad de profetas le dijo a otro:—¡Golpéame!Pero aquél se negó a hacerlo.
36. Entonces el profeta dijo:—Por cuanto no has obedecido al Señor, tan pronto como nos separemos te matará un león.Y después de que el profeta se fue, un león le salió al paso y lo mató.
37. Más adelante, el mismo profeta encontró a otro hombre y le dijo: «¡Golpéame!» Así que el hombre lo golpeó y lo hirió.
38. Luego el profeta salió a esperar al rey a la vera del camino, cubierto el rostro con un antifaz.
39. Cuando pasaba el rey, el profeta le gritó:—Este servidor de Su Majestad entró en lo más reñido de la batalla. Allí alguien se me presentó con un prisionero y me dijo: “Hazte cargo de este hombre. Si se te escapa, pagarás su vida con la tuya, o con tres mil monedas de plata.”
40. Mientras este servidor de Su Majestad estaba ocupado en otras cosas, el hombre se escapó.—¡Ésa es tu sentencia! —respondió el rey de Israel—. Tú mismo has tomado la decisión.
41. En el acto, el profeta se quitó el antifaz, y el rey de Israel se dio cuenta de que era uno de los profetas.
42. Y le dijo al rey:—Así dice el Señor: “Has dejado en libertad a un hombre que yo había condenado a muerte. Por lo tanto, pagarás su vida con la tuya, y su pueblo con el tuyo.”