37. No plantas el cuerpo que luego ha de nacer sino que siembras una simple semilla de trigo o de otro grano.
38. Pero Dios le da el cuerpo que quiso darle, y a cada clase de semilla le da un cuerpo propio.
39. No todos los cuerpos son iguales: hay cuerpos humanos; también los hay de animales terrestres, de aves y de peces.
40. Así mismo hay cuerpos celestes y cuerpos terrestres; pero el esplendor de los cuerpos celestes es uno, y el de los cuerpos terrestres es otro.
41. Uno es el esplendor del sol, otro el de la luna y otro el de las estrellas. Cada estrella tiene su propio brillo.