4. —No se lo cuentes a nadie —le dijo Jesús—. En cambio, preséntate ante el sacerdote y deja que te examine. Lleva contigo la ofrenda que exige la ley de Moisés a los que son sanados de lepra. Esto será un testimonio público de que has quedado limpio.
5. Cuando Jesús regresó a Capernaúm, un oficial romano se le acercó y le rogó:
6. —Señor, mi joven siervo está en cama, paralizado y con terribles dolores.
7. —Iré a sanarlo —dijo Jesús.