10. Sus compañeros, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, también estaban asombrados.Jesús respondió a Simón: «¡No tengas miedo! ¡De ahora en adelante, pescarás personas!».
11. Y, en cuanto llegaron a tierra firme, dejaron todo y siguieron a Jesús.
12. En una de las aldeas, Jesús conoció a un hombre que tenía una lepra muy avanzada. Cuando el hombre vio a Jesús, se inclinó rostro en tierra y le suplicó que lo sanara.—¡Señor! —le dijo—, ¡si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio!
13. Jesús extendió la mano y lo tocó:—Sí quiero —dijo—. ¡Queda sano!Al instante, la lepra desapareció.
14. Entonces Jesús le dio instrucciones de que no dijera a nadie lo que había sucedido. Le dijo: «Preséntate ante el sacerdote y deja que te examine. Lleva contigo la ofrenda que exige la ley de Moisés a los que son sanados de lepra. Esto será un testimonio público de que has quedado limpio».
15. Sin embargo, a pesar de las instrucciones de Jesús, la noticia de su poder corrió aún más, y grandes multitudes llegaron para escucharlo predicar y ser sanados de sus enfermedades.
16. Así que Jesús muchas veces se alejaba al desierto para orar.
17. Cierto día, mientras Jesús enseñaba, algunos fariseos y maestros de la ley religiosa estaban sentados cerca. (Al parecer, esos hombres habían llegado de todas las aldeas de Galilea y Judea, y también de Jerusalén). Y el poder sanador del Señor estaba presente con fuerza en Jesús.
18. Unos hombres llegaron cargando a un paralítico en una camilla. Trataron de llevarlo dentro a donde estaba Jesús,
19. pero no pudieron acercarse a él debido a la multitud. Entonces subieron al techo y quitaron algunas tejas. Luego bajaron al enfermo en su camilla hasta ponerlo en medio de la multitud, justo frente a Jesús.
20. Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo al hombre: «Joven, tus pecados son perdonados».
21. Entonces los fariseos y los maestros de la ley religiosa decían para sí: «¿Quién se cree que es? ¡Es una blasfemia! ¡Solo Dios puede perdonar pecados!».