56. Todo el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
57. Yo vivo gracias al Padre viviente que me envió; de igual manera, todo el que se alimente de mí vivirá gracias a mí.
58. Yo soy el pan verdadero que descendió del cielo. El que coma de este pan no morirá —como les pasó a sus antepasados a pesar de haber comido el maná— sino que vivirá para siempre».
59. Jesús dijo esas cosas mientras enseñaba en la sinagoga de Capernaúm.
60. Muchos de sus discípulos decían: «Esto es muy difícil de entender. ¿Cómo puede alguien aceptarlo?».
61. Jesús estaba consciente de que sus discípulos se quejaban, así que les dijo: «¿Acaso esto los ofende?
62. ¿Qué pensarán, entonces, si ven al Hijo del Hombre ascender al cielo otra vez?
63. Solo el Espíritu da vida eterna; los esfuerzos humanos no logran nada. Las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida,
64. pero algunos de ustedes no me creen». (Pues Jesús sabía, desde un principio, quiénes eran los que no creían y también quién lo traicionaría).
65. Entonces les dijo: «Por eso dije que nadie puede venir a mí a menos que el Padre me lo entregue».
66. A partir de ese momento, muchos de sus discípulos se apartaron de él y lo abandonaron.
67. Entonces Jesús, mirando a los Doce, les preguntó:—¿Ustedes también van a marcharse?
68. Simón Pedro le contestó:—Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes las palabras que dan vida eterna.
69. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.