10. Escúchame, SEÑOR; apiádate y ayúdame».
11. Entonces, él transformó mi dolor en danza. Me quitó mi ropa de luto y me vistió de fiesta,
12. para que pudiera entonarle alegres alabanzas en vez de yacer en el silencio de la tumba. SEÑOR, Dios mío, proseguiré expresándote mi gratitud eternamente.