18. Como ven, Dios se apiada de quien él quiere, y endurece a quien él quiere endurecer.
19. Entonces, me dirás: “¿Por qué nos condena Dios si nadie puede oponerse a lo que él quiere hacer?”
20. Y yo respondo: “¿Quién eres tú para pedirle cuentas a Dios? ¿Podrá un objeto decirle a quien lo hizo: `¿Por qué me has hecho así?’”