3. ¡Ay! ¿Qué harán cuando yo los visite en el día en que de lejanas tierras haga caer sobre ustedes la desolación? ¿A quién se volverán entonces en busca de socorro? ¿En dónde pondrán a salvo sus tesoros?
4. Yo no los ayudaré, tropezarán como prisioneros y yacerán entre los muertos. Y aún así no estará satisfecha mi ira, sino que aún tendré el puño listo para golpearlos.
7. Pero el rey de Asiria no sabrá que fui yo quien lo envió. Pensará solamente que ataca a mi pueblo como parte de su plan de dominio mundial.
8. Dirá que pronto cada uno de sus príncipes será rey de un país conquistado.
9. «Destruiremos a Calno así como destruimos a Carquemis», dirá, «y Jamat caerá ante nosotros como cayó Arfad; y destruiremos a Samaria como destruimos a Damasco.
28-29. ¡Miren! ¡Ya vienen los poderosos ejércitos de Asiria! Ya están en Ayat, ahora llegan a Migrón, ya acumulan parte de sus tropas en Micmás y franquean el paso, van a pasar la noche en Gueba. El miedo se apodera de Ramá: todo el pueblo de Guibeá, la ciudad de Saúl, huye para salvarse.
30. ¡Bien pueden gritar aterrorizados, oh pueblo de Galín! Griten avisándole a Lais, pues se acerca el poderoso ejército. ¡Pobre Anatot, qué destino te espera!
31. Anda de huida el pueblo de Madmena, y los habitantes de Guebín se preparan para escapar,
32. pero el enemigo se detiene a pasar en Nob el resto del día. Amenaza con el puño a Jerusalén que está en el monte Sión.
33. De pronto, ¡miren, miren! El Señor, el SEÑOR todopoderoso viene derribando los regios árboles. Está acabando con todo aquel vasto ejército, con grandes y pequeños por igual, oficiales y reclutas.
34. Él, el Poderoso, truncará al enemigo como el hacha del leñador corta los árboles del bosque en el Líbano.