11. »Mis compañeros me llevaron de la mano hasta Damasco, porque la intensa luz me había dejado ciego.
12. Allí, vino a verme un hombre llamado Ananías, que obedecía la ley y a quien respetaban los judíos de Damasco.
13. Él se puso a mi lado y me dijo: “Hermano Saulo, ¡recibe la vista!”. Y en aquel mismo instante recobré la vista y pude verlo.