6. Y como José era el gobernador de todo Egipto y estaba a cargo de la venta del trigo, sus hermanos llegaron y, en señal de respeto, se inclinaron delante de él, hasta tocar el suelo con la frente.
7. José los reconoció instantáneamente, pero hizo como que no los conocía.—¿De dónde son ustedes? —les preguntó ásperamente,—Somos de Canaán —respondieron—. Hemos venido a comprar trigo.
10. —¡No, no! —exclamaron—. Sólo hemos venido a comprar alimentos.
11. Somos hijos del mismo padre, somos personas honradas, señor. ¡No somos espías!
12. —¡Sí, lo son! —insistió—. Han venido a ver si estamos débiles e indefensos.
13. —Señor —dijeron—, somos doce hermanos y nuestro padre se quedó en Canaán. Nuestro hermano menor se quedó con nuestro padre, y el otro murió.
14. —¿Sí? —preguntó José—, ¿y eso, prueba algo? Ya lo he dicho: Son espías.
15. De esta manera sabré si la historia que me cuentan es verídica: Juro por la vida del faraón que no saldrán de Egipto hasta que su hermano menor haya venido a mi presencia.
16. Uno de ustedes tiene que ir y traer a su hermano menor. Los demás se quedarán aquí encarcelados. De esta manera sabré si dicen la verdad. Si ocurre que no tienen un hermano menor, sabré con certeza que son espías.
17. Entonces los echó a la cárcel por tres días.
18. Al tercer día les dijo:—Yo soy hombre temeroso de Dios. Por eso les voy a dar una oportunidad de probar lo que afirman.
19. Si ustedes en verdad son honrados, entonces uno de ustedes se quedará encadenado en la cárcel y los demás podrán volver con el trigo para su familia.