1. Entonces vi a cuatro ángeles que, parados en las cuatro esquinas de la tierra, detenían los cuatro vientos para que éstos no se desataran sobre la tierra, el mar y los árboles.
2. Luego vi a otro ángel que venía del este con el sello del Dios viviente. Y gritó a los cuatro ángeles que habían recibido autorización para dañar la tierra y el mar:
3. «¡No vayan a dañar la tierra, ni el mar, ni los árboles, porque todavía no hemos marcado en la frente a los siervos de nuestro Dios».
9. Luego vi frente al trono y delante del Cordero a una gran multitud de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, todos vestidos de blanco y con ramas de palma en las manos. Era tan inmensa la multitud que nadie podía contarla.
10. «Al Dios nuestro que está en el trono y al Cordero debemos la salvación», gritaban.
11. Y los ángeles que, de pie, rodeaban el trono y los ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron delante del trono y adoraron a Dios,
12. diciendo:«¡Amén! ¡Que la bendición, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, la honra, el poder y la fuerza sean de nuestro Dios para siempre! ¡Amén!»
13. Entonces uno de los veinticuatro ancianos me preguntó:—¿Sabes quiénes son éstos que están vestidos de blanco y de dónde han venido?
14. —No, Señor —respondí—. Dímelo.—Estos son los que pasaron por la gran tribulación —me dijo—. Su ropa está blanca porque la lavaron y blanquearon con la sangre del Cordero.
15. Por eso están delante del trono de Dios y sirven día y noche en su templo. El que está sentado en el trono los protege;
16. jamás volverán a tener hambre ni sed, y estarán a salvo del sol abrasador del mediodía.
17. El Cordero que está en el trono los alimentará y, como pastor, los conducirá a las fuentes del agua de la vida. Y Dios les enjugará las lágrimas.