3. Fue un buen rey, pues hizo lo que le agrada al SEÑOR, siguiendo, así, el ejemplo de su antepasado David.
4. Hizo quitar los santuarios de las colinas, derribó sus altares y destruyó los vergonzosos ídolos de la diosa Aserá. También destruyó la serpiente de bronce que Moisés había hecho, porque el pueblo de Israel había comenzado a adorarla y a quemarle incienso, y la llamaban Nejustán.
5. Ezequías confió firmemente en el SEÑOR, Dios de Israel. Ninguno de los reyes, ni antes ni después de él, estuvo tan cerca de Dios como él lo estuvo.
6. Porque siguió al SEÑOR en todo y obedeció cuidadosamente todos los mandamientos que él había dado por medio de Moisés.
7. Por esta razón el SEÑOR estuvo con él y lo hizo prosperar en todo lo que emprendió. Se rebeló contra el rey de Asiria y se negó a seguir pagando tributos.
8. También venció a los filisteos, tanto en las ciudades grandes como en las pequeñas, y logró llegar hasta Gaza y sus alrededores.
9. En el cuarto año de su reinado, que era el séptimo año de Oseas en Israel, el rey Salmanasar, de Asiria, atacó a Israel y comenzó el sitio de la ciudad de Samaria.
20-21. Necesitas más que promesas y ayudas antes de rebelarte contra mí. Pero, ¿cuál de tus aliados te dará más que palabras? ¿Egipto? Si te apoyas en Egipto, descubrirás que es una caña que se quiebra bajo tu peso y te traspasa la mano. El faraón de Egipto es completamente indigno de confianza.
22. Y si dices: ‘Estamos confiando en que el SEÑOR nos librará’, recuerda que tú has destruido los altares de las colinas dedicados a él. Porque tú exiges que toda la gente vaya a adorar ante el altar de Jerusalén”.
23. »¿Qué te parece? Haz una apuesta con mi amo, el rey de Asiria. Si encuentras dos mil hombres que puedan montar a caballo, nosotros te daremos los caballos.
24. Y con un ejército tan pequeño como el tuyo, no eres amenaza ni para el menor de los oficiales a cargo del más pequeño contingente. Si los egipcios estuvieran dispuestos a proporcionarte caballos y carros, de nada te serviría.
25. ¿Piensas que nosotros hemos venido aquí por nuestra propia iniciativa? ¡No! El SEÑOR nos ha enviado, y nos dijo: “Vayan y destruyan a ese pueblo”.
26. Eliaquín hijo de Jilquías, Sebna y Joa le dijeron:—Habla en arameo, por favor, porque nosotros lo entendemos. No uses hebreo porque el pueblo que está en los muros nos está oyendo.
27. Pero el asirio respondió:—¿Me ha enviado acaso mi señor a hablarte solamente a ti y a tu amo? ¡Me ha enviado a hablarle también al pueblo que está en los muros, condenados al igual que ustedes a comer sus excrementos y a beber su orina!
28. Entonces el Rabsaces asirio gritó en hebreo al pueblo que estaba sobre los muros:—¡Oigan lo que dice el gran rey de Asiria!
29. ¡No permitan que el rey Ezequías los engañe! ¡Él jamás podrá salvarlos de mi poder!
30. ¡No permitan que los engañe haciéndoles creer que el SEÑOR los salvará!
31-32. »¡No escuchen al rey Ezequías! ¡Ríndanse! ¡Podrán vivir aquí en su tierra hasta que yo los conduzca a otra tierra semejante a esta, con muchas cosechas, grano, vino, olivos y miel! Todo esto es mejor que la muerte. No escuchen al rey Ezequías cuando trate de convencerlos de que el SEÑOR los salvará.
33. »¿Ha podido alguno de los dioses de las otras naciones librarlos del rey de Asiria?
34. ¿Qué le ha pasado a los dioses de Jamat, Arfad, Sefarvayin, Hená e Ivá? ¿Rescataron a Samaria?
35. Si no hay dios que haya podido salvar a nación alguna de mi poder, ¿qué los hace pensar que el SEÑOR puede salvar a Jerusalén?
36. Pero el pueblo sobre el muro permaneció en silencio, porque el rey les había ordenado no responder.
37. Entonces Eliaquín hijo de Jilquías, el mayordomo, Sebna, el secretario del rey, y Joa hijo de Asaf, el otro secretario, fueron ante el rey Ezequías con su ropa rasgada y le contaron lo que había dicho el Rabsaces asirio.