37. Entonces el profeta fue y le dijo a otro hombre: «¡Golpéame!» Y él lo hizo, y lo dejó herido.
38. El profeta esperó al rey a una orilla del camino, habiéndose vendado los ojos para disfrazarse.
39. Cuando el rey pasó, el profeta lo llamó y le dijo:—Señor, yo estaba en la batalla, y un hombre me entregó un prisionero y dijo: “Cuida a este hombre; si él se va, morirás, o me tendrás que dar treinta mil monedas de plata”.
40. Pero mientras yo estaba ocupado en otra cosa, el prisionero desapareció.—Bueno, es culpa tuya —respondió el rey—. Tendrás que pagar.