32. Todos quedaban impresionados por sus enseñanzas, porque les hablaba con autoridad.
33. Estaba allí, en la sinagoga, un hombre poseído por un demonio impuro que gritaba a grandes voces:
34. —¡Jesús de Nazaret, déjanos en paz! ¿Has venido a destruirnos? ¡Te conozco bien: tú eres el Santo de Dios!
35. Jesús lo increpó, diciéndole:—¡Cállate y sal de él!Y el demonio, tirándolo al suelo delante de todos, salió de él sin hacerle ningún daño.