11. El fariseo, plantado en primera fila, oraba en su interior de esta manera: «¡Oh Dios! Te doy gracias porque yo no soy como los demás: ladrones, malvados y adúlteros. Tampoco soy como ese recaudador de impuestos.
12. Ayuno dos veces por semana y pago al Templo la décima parte de todas mis ganancias».
13. En cambio, el recaudador de impuestos, que se mantenía a distancia, ni siquiera se atrevía a levantar la vista del suelo, sino que se golpeaba el pecho y decía: «¡Oh Dios! Ten compasión de mí, que soy pecador».