33. Pero entre tanto, hoy, mañana y pasado mañana tengo que seguir mi camino, porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.
34. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los mensajeros que Dios te envía! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas, y ustedes se negaron!
35. Pues miren: su ciudad va a quedar desierta. Y les digo que no volverán a verme hasta el momento en que digan: «¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!».