17. Una vez izado a bordo, ciñeron el casco del buque con cables de refuerzo y, por temor a encallar en los bancos de arena de la Sirte*, soltaron el ancla flotante y continuaron a la deriva.
18. Al día siguiente, como arreciaba el temporal, los marineros comenzaron a aligerar la carga.
19. Y al tercer día tuvieron que arrojar al mar, con sus propias manos, el aparejo de la nave.
20. El sol y las estrellas permanecieron ocultos durante muchos días y, como la tempestad no disminuía, perdimos toda esperanza de salvarnos.