1. Así que, ¿crees que puedes condenar a esa gente? ¡Nada de eso! Tú no tienes por qué juzgarlos. Cuando los condenas, te condenas a ti mismo, porque tú también haces lo que ellos hacen.
2. Sólo Dios puede juzgar a los que hacen esas maldades. Sabemos que Dios hace bien al juzgarlos.