1. En el tiempo del rey Asaradón regresé a mi casa y me devolvieron a mi esposa Ana y a mi hijo Tobías. En cierta ocasión, cuando estábamos celebrando la fiesta de Pentecostés —o sea, la santa fiesta de las siete Semanas—, me prepararon un gran banquete y yo me senté a comer.
2. Cuando ya la mesa estaba dispuesta y llena de manjares, le dije a mi hijo Tobías:— Hijo, ve a ver si entre nuestros hermanos deportados a Nínive hay algún pobre que, de todo corazón, se mantenga fiel al Señor. Si lo encuentras, tráelo para que coma conmigo; yo, hijo mío, te esperaré hasta que vuelvas.