8. Los israelitas hicieron lo que el sumo sacerdote Joaquín y los ancianos del pueblo de Israel, residentes en Jerusalén, les habían ordenado.
9. Todos los israelitas clamaron con gran fervor a Dios y se humillaron profundamente delante de él.
10. Ellos, con sus mujeres, sus niños y sus ganados, así como todos los extranjeros, jornaleros y esclavos que vivían allí, se vistieron de sayal.
11. Todos los israelitas que vivían en Jerusalén, hombres, mujeres y niños, se postraron frente al Templo, arrojaron ceniza sobre sus cabezas y tendieron vestidos de sayal delante del Señor.
12. Recubrieron también de sayal el altar y, a una voz, clamaron con fervor al Dios de Israel rogándole que no permitiera que sus niños les fueran arrebatados ni raptadas las mujeres, ni tampoco destruidas las ciudades de su heredad ni profanadas las cosas santas y convertidas en objeto de burla entre los paganos.
13. El Señor oyó su clamor y vio su aflicción, pues, durante mucho tiempo, en Judea y en Jerusalén permaneció el pueblo ayunando frente al Templo del Señor todopoderoso.