56. ¿Cómo, pues, se puede pensar o creer que son dioses?
57. Además, esos dioses de madera, recubiertos de oro y plata, son igualmente impotentes para salvarse de ladrones y salteadores que, al ser más fuertes que ellos, los despojan del oro, de la plata y de las ropas que los cubren, y luego se van sin que los dioses logren socorrerse a sí mismos.
58. Por tanto, un rey capaz de demostrar su valentía o un objeto útil en una casa y del cual se sirve el dueño, tienen más valor que esos falsos dioses. Igualmente la puerta de una casa que protege lo que hay en ella o una columna de un palacio real, valen más que esos falsos dioses.
59. El sol, la luna y las estrellas resplandecen, y se muestran dóciles en su cometido;
60. lo mismo el relámpago que, cuando aparece, es bien visible; y el viento, que sopla de cualquier parte.
61. Cuando Dios ordena a las nubes que recorran todo el mundo, ellas ejecutan el mandato; y el fuego, cuando es enviado desde lo alto para quemar montes y bosques, cumple la orden recibida.
62. Pero esos dioses no pueden compararse a ninguna de estas cosas, ni en belleza ni en poder.