42. En cuanto a las mujeres, se ciñen la cintura con cuerdas* y se sientan a la vera de los caminos, para quemar salvado.
43. Y cuando alguna de ellas es solicitada por algún transeúnte para que se acueste con él, se burla de su vecina, que ni fue escogida como ella ni le desataron la cuerda.
44. Todo lo que se relaciona con esos dioses es mentira: ¿cómo, pues, se puede pensar o decir que son dioses?
45. Fabricados por artesanos y orfebres, no son nada distinto de lo que estos quieren que sean.
46. Y si quienes los fabrican no han de vivir mucho tiempo, ¿cómo pueden ser dioses las cosas que ellos hacen con sus manos?
47. Así pues, lo que ellos dejan a sus descendientes es tan sólo mentira y oprobio.
48. Cuando sobreviene una guerra o algún otro desastre, los sacerdotes entran en consulta para decidir dónde ocultarse junto con sus dioses.
49. Y a pesar de todo no entienden que no pueden ser dioses los que ni siquiera son capaces de salvarse a sí mismos de la guerra y de los desastres.
50. Pero, puesto que no consisten sino en pedazos de madera recubiertos de oro y plata, antes o después se verá que son un puro engaño. Todas las naciones y sus reyes descubrirán un día que no se trata de dioses, sino de objetos hechos por manos humanas y que en ellos no hay nada que sea obra de Dios.
51. ¿Quién no se va a dar cuenta de que no son dioses?
52. ¡No pueden nombrar a nadie rey de un país, ni pueden tampoco enviar lluvia a los humanos!
53. Carecen de poder, y por tanto son incapaces de mantener juicios propios o de liberar al que sufre injustamente. ¡Son como las cornejas que vuelan entre el cielo y la tierra!
54. Si un día se incendia el templo de esos dioses de madera, recubiertos de oro y plata, sus sacerdotes saldrán corriendo para ponerse a salvo, pero ellos arderán como troncos en medio de las llamas.