13. Heliodoro, obedeciendo las órdenes del rey, mantenía su propósito de confiscar las riquezas en beneficio de las arcas reales.
14. Y así, en el día que había señalado, entró en el Templo para inspeccionar el tesoro, lo cual causó gran consternación en toda la ciudad.
15. Los sacerdotes, de rodillas delante del altar con sus ropas sacerdotales, invocaban a Dios, que había dado la ley sobre los bienes en depósito, y le rogaban que los preservara intactos para quienes los habían depositado.
16. El aspecto del sumo sacerdote impresionaba profundamente, pues su rostro y la palidez de su semblante revelaban la angustia que llenaba su alma.
17. El miedo y el temblor que estremecía su cuerpo revelaban a quienes lo miraban el intenso dolor de su corazón.
18. Además, la gente salía en grupos de sus casas, para orar juntos por el Templo que estaba en peligro de ser profanado.
19. Las mujeres, ceñidas de sayal por debajo de los pechos, llenaban las calles; y las más jóvenes, encerradas generalmente en sus casas, corrían unas a las puertas y otras a las murallas, mientras otras se asomaban a las ventanas.
20. Todas ellas oraban con las manos alzadas al cielo;
21. y movía a compasión el ver aquella multitud confusa y de rodillas, y la ansiedad del sumo sacerdote, presa de terrible angustia.
22. Mientras ellos suplicaban al Señor todopoderoso que guardara intactos y seguros los bienes de quienes los habían depositado,
23. Heliodoro se dispuso a llevar a cabo sus planes.
24. Pero cuando él, con su escolta, se encontraba ya junto al tesoro, el soberano de los espíritus y de toda potestad se manifestó con tal energía, que todos los que osaron entrar en el Templo fueron heridos por el poder de Dios, quedando sin fuerzas y poseídos por el miedo.
25. Porque se les apareció un jinete temible, cubierto con una armadura de oro y montando un caballo ricamente enjaezado, el cual, levantando sus cascos delanteros, se arrojó violentamente contra Heliodoro.
26. También se les aparecieron dos jóvenes de extraordinaria fuerza y hermosura, magníficamente vestidos que, puestos cada uno a un lado de Heliodoro, lo castigaron azotándolo sin tregua.
27. Heliodoro cayó a tierra, rodeado de profundas tinieblas, pero en seguida lo levantaron y se lo llevaron en una camilla.
28. De esta forma, el que poco antes había entrado en el tesoro acompañado de gran séquito y fuerte escolta, hubo de ser transportado incapaz de valerse por sí mismo. Todos reconocieron, entonces, el evidente poder de Dios.
29. Mientras Heliodoro, mudo y sin esperanzas de recuperación, yacía derribado por el poder divino,
30. los judíos daban gracias al Señor que había glorificado su propio lugar. El Templo, donde poco antes reinaba el miedo y la consternación, ahora se veía lleno de alegría y júbilo por la manifestación del Señor todopoderoso.