54. Así que en el Templo quedaron pocos hombres, pues el hambre había obligado a los demás a dispersarse cada cual por su lado.
55. El rey Antíoco, antes de morir, había encomendado a Filipo que educara a su hijo Antíoco preparándole para ocupar el trono. Pero Lisias se enteró de que Filipo
56. había regresado de Persia y Media con el ejército del rey, intentando hacerse dueño del poder.
57. Entonces se apresuró a ponerse en marcha y dijo al rey, a los jefes del ejército y a los soldados:— Cada día estamos en peor situación. Nuestras provisiones escasean, el lugar que asediamos está bien fortificado y los asuntos del reino nos exigen urgente atención.
58. Así pues, ofrezcamos nuestra mano a esa gente y hagamos la paz con ellos y con toda su nación.
59. Dejemos que sigan con sus costumbres tradicionales, porque ellos se han irritado y han hecho todo esto porque nosotros hemos tratado de abolirlas.
60. Al rey, y también a los jefes, les agradó la propuesta; así que enviaron una oferta de paz a los sitiados. Estos la aceptaron,
61. comprometiéndose con juramento el rey y los jefes. Con esta garantía salieron los sitiados de la fortaleza.
62. Pero más tarde, cuando el rey subió al monte Sión y vio las fortificaciones que había en aquel lugar, mandó derribar el muro que lo rodeaba. De esta forma violó su juramento.
63. En seguida volvió a Antioquía, donde encontró a Filipo dueño ya de la ciudad: lo atacó, y ocupó la ciudad por la fuerza.