1. Y un día del mes de Nisán, en el año veinte de su reinado, mientras yo le servía vino, el rey me vio tan triste
2. que me preguntó:—Te veo muy triste. ¿Qué te pasa? No pareces estar enfermo, así que has de tener algún problema.En ese momento sentí un gran temor,
3. y le dije al rey:—¡Viva siempre Su Majestad! ¿Y cómo no he de verme triste, si la ciudad donde están las tumbas de mis padres se halla en ruinas y sus puertas han sido quemadas?
4. —¿Qué puedo hacer por ti? —preguntó el rey.Entonces me encomendé al Dios del cielo,
5. y respondí al rey:—Si a Su Majestad le parece bien, y si he alcanzado su favor, pido a Su Majestad que me mande a Judá, a la ciudad donde están enterrados mis padres, para que yo la reconstruya.
6. El rey, a cuyo lado estaba sentada la reina, me contestó:—¿Cuánto tiempo durará tu viaje? ¿Cuándo volverás?Yo le indiqué la fecha, y él aceptó dejarme ir.
7. Además le dije que, si lo estimaba conveniente, se me diera una orden por escrito dirigida a los gobernadores al oeste del río Éufrates, para que me dejaran pasar libremente hasta llegar a Judá;