26. También Saúl se fue a su casa, en Guibeá, y Dios influyó en el ánimo de varios valientes para que lo acompañaran.
27. Pero no faltaron malas lenguas, que dijeron: «¿Y éste es el que va a salvarnos?» Y lo menospreciaron y no le rindieron honores; pero Saúl se hizo el desentendido.