2-4. El diablo ya había metido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la idea de traicionar a Jesús. Durante la cena, Jesús, sabiendo que había venido de Dios, que volvía a Dios y que el Padre le había dado toda autoridad, se levantó de la mesa, se quitó la ropa exterior y se puso una toalla a la cintura.
12. Después de lavarles los pies, Jesús volvió a ponerse la ropa exterior, se sentó de nuevo a la mesa y les dijo:–¿Entendéis lo que os he hecho?
13. Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y tenéis razón porque lo soy.
14. Pues si yo, el Maestro y Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros.
15. Os he dado un ejemplo para que vosotros hagáis lo mismo que yo os he hecho.
16. Os aseguro que ningún sirviente es más que su señor y ningún enviado es más que el que lo envía.
17. Dichosos vosotros, si entendéis estas cosas y las ponéis en práctica.
18. “No me estoy refiriendo a todos vosotros: yo sé a quiénes he escogido. Pero tiene que cumplirse lo que dice la Escritura: ‘El que come conmigo se ha vuelto contra mí.’
19. Os digo esto de antemano, para que, cuando suceda, creáis que yo soy.
20. Os aseguro que quien recibe al que yo envío me recibe a mí, y quien me recibe a mí recibe al que me ha enviado.”
21. Habiendo dicho estas cosas, Jesús, profundamente conmovido, añadió con toda claridad:–Os aseguro que uno de vosotros me va a traicionar.
22. Los discípulos comenzaron a mirarse unos a otros, sin saber a quién se refería.
23. Uno de sus discípulos, al que Jesús quería mucho, estaba cenando junto a él,
24. y Simón Pedro le hizo señas para que le preguntara a quién se refería.