29. Ante el temor de chocar contra las rocas, echaron cuatro anclas por la parte de popa, mientras pedían a Dios que amaneciera.
30. Los marineros, pensando en huir del barco, comenzaron a arriar el bote salvavidas mientras aparentaban echar las anclas de la parte de proa.
31. Pero Pablo avisó al centurión y a los soldados, diciendo:–Si estos no se quedan en el barco, no podréis salvaros.
32. Entonces los soldados cortaron las amarras del bote salvavidas y lo dejaron caer al agua.
33. De madrugada, Pablo recomendó a todos que comiesen algo. Les dijo:–Ya hace dos semanas que por esperar a ver qué pasa no habéis comido como de costumbre.
34. Os ruego que comáis alguna cosa: debéis hacerlo si queréis sobrevivir. Pensad que nadie va a perder ni un cabello de la cabeza.
35. Al decir esto, Pablo tomó en sus manos un pan y dio gracias a Dios delante de todos. Lo partió y comenzó a comer,
36. con lo cual todos se animaron y comieron también.
37. Éramos en el barco doscientas setenta y seis personas en total.
38. Una vez que hubieron comido cuanto quisieron, arrojaron el trigo al mar para aligerar el barco.
39. Cuando amaneció, aunque los marineros no reconocían la tierra, vieron una bahía con su playa, y decidieron tratar de arrimar allí el barco.
40. Cortaron los cables de las anclas, abandonándolas en el mar, y aflojaron las amarras de los timones. Luego desplegaron al viento la vela delantera y el barco comenzó a acercarse a la playa.
41. Pero fuimos a dar en un banco de arena, y el barco encalló. La proa quedó encallada en la arena, sin poder moverse, mientras la popa comenzaba a hacerse pedazos por la violencia de las olas.
42. Los soldados decidieron entonces matar a los presos, para que no escapasen a nado.