22. Ahora, sin embargo, no os desaniméis, porque ninguno de vosotros morirá, aunque el barco sí va a perderse.
23. Pues anoche se me apareció un ángel, enviado por el Dios al que pertenezco y sirvo,
24. y me dijo: ‘No tengas miedo, Pablo, porque has de presentarte ante el césar, y por tu causa Dios va a librar de la muerte a todos los que van contigo en el barco.’
25. Por tanto, señores, ánimo, porque tengo confianza en Dios, y estoy seguro de que las cosas sucederán como el ángel me dijo.
26. Sin duda, seremos arrojados a alguna isla.
27. Una noche, cuando al cabo de dos semanas de viaje navegábamos por el mar Adriático llevados de un lado a otro por el viento, a eso de la media noche se dieron cuenta los marineros de que estábamos acercándonos a tierra.
28. Midieron la profundidad del agua y hallaron que era de treinta y seis metros; un poco más adelante la volvieron a medir y hallaron veintisiete metros.
29. Ante el temor de chocar contra las rocas, echaron cuatro anclas por la parte de popa, mientras pedían a Dios que amaneciera.
30. Los marineros, pensando en huir del barco, comenzaron a arriar el bote salvavidas mientras aparentaban echar las anclas de la parte de proa.
31. Pero Pablo avisó al centurión y a los soldados, diciendo:–Si estos no se quedan en el barco, no podréis salvaros.