23. En cuanto Abigail vio a David, bajó del asno y se inclinó hasta el suelo en señal de respeto.
24. Luego se echó a sus pies y le dijo:–¡Que la culpa, mi señor, recaiga sobre mí! Yo te ruego que me permitas hablarte y que escuches mis razones.
25. No hagas caso de Nabal, ese hombre grosero, porque él, haciendo honor a su nombre, es realmente un estúpido. Siempre actúa con estupidez. Yo, tu servidora, no vi a los criados que enviaste.
26. Sin embargo, con toda seguridad, el Señor no ha permitido que tú vengas a derramar sangre y a tomarte la justicia por tu mano. ¡Quiera el Señor que todos tus enemigos y todos los que procuran hacerte daño corran la misma suerte que Nabal!
27. Y ahora te ruego que estos regalos que te he traído sean repartidos entre los criados que te acompañan,
28. y que perdones a esta tu servidora. Ciertamente el Señor va a mantenerte en el poder, a ti y a tu dinastía, ya que tú luchas por la causa del Señor; y en toda tu vida no sufrirás ningún mal.
29. Si alguien te persigue e intenta matarte, tu vida estará segura bajo la protección del Señor tu Dios. En cuanto a tus enemigos, el Señor los arrojará como quien arroja piedras con una honda.
30. Así pues, cuando el Señor haga realidad todo lo bueno que ha anunciado respecto a ti, y te nombre jefe de Israel,
31. no tendrás el pesar ni el remordimiento de haber derramado sangre inocente ni de haberte tomado la justicia por tu mano. Y cuando el Señor te dé prosperidad, acuérdate de esta tu servidora.