2-3. Al mismo tiempo envió mensajeros a esta ciudad para que dijeran a Ahab, rey de Israel: “Ben-hadad dice: ‘Tus riquezas me pertenecen, lo mismo que tus mujeres y tus mejores hijos.’ ”
17. y avanzaron en primer lugar los ayudantes de los gobernadores. Cuando Ben-hadad recibió aviso de que algunos hombres habían salido de Samaria,
18. ordenó: “¡Tanto si han salido en son de paz como en son de guerra, los quiero vivos!”
19. Los ayudantes de los gobernadores salieron de la ciudad, seguidos por el ejército.
20. Y cada uno de ellos mató a un contrario, y los sirios huyeron. Los israelitas los persiguieron, pero Ben-hadad, rey de los sirios, escapó a caballo con algunos soldados de caballería.
21. Entonces el rey de Israel avanzó y se apoderó de sus caballos y carros de combate, y causó a los sirios una tremenda derrota.
22. Después el profeta se presentó ante el rey de Israel, y le dijo:–Ve, refuerza tu ejército y piensa bien lo que debes hacer; porque dentro de un año el rey de Siria volverá a atacarte.
23. Por su parte, los oficiales del rey de Siria dijeron a este:–Los dioses de los israelitas son dioses de las montañas; por eso nos han vencido. Pero si luchamos contra ellos en la llanura, con toda seguridad los venceremos.
24. Lo que ahora debe hacer Su Majestad es quitar de su puesto a los reyes y poner oficiales en su lugar,
25. organizar luego un ejército como el que fue derrotado, caballo por caballo y carro por carro. Entonces lucharemos contra ellos en el llano y, sin duda, los venceremos.Ben-hadad prestó atención a este consejo, y lo siguió.
26. Un año después, Ben-hadad pasó revista a los sirios y se trasladó a Afec para luchar contra Israel.
27. También los israelitas pasaron revista a sus fuerzas y las aprovisionaron, y salieron al encuentro de los sirios. Acampados frente a los sirios, parecían apenas dos rebaños de cabras, pues los sirios ocupaban todo el terreno.
28. En esto se presentó un profeta ante el rey de Israel, y le dijo:–Así dice el Señor: ‘Puesto que los sirios han dicho que yo soy un dios de las montañas y no un dios de los valles, voy a entregar en tus manos a toda esta gran multitud. Así sabrás que yo soy el Señor.’