1. Yo, hermanos, cuando fui a hablaros del designio secreto de Dios no lo hice con palabras cultas y elevadas.
2. Entre vosotros no quise saber de otra cosa que de Jesucristo y, más exactamente, de Jesucristo crucificado.
3. Me presenté ante vosotros débil y temblando de miedo,
4. y cuando os hablé y os prediqué el mensaje no utilicé palabras cultas para convenceros. Al contrario, os convencí por medio del Espíritu y del poder de Dios,
5. para que vuestra fe dependiera del poder de Dios y no de la sabiduría de los hombres.
6. Sin embargo, entre los que ya han alcanzado la madurez en la fe utilizamos el lenguaje de la sabiduría. Pero no de la sabiduría propia de este mundo y de quienes lo gobiernan, que pronto van a desaparecer.
7. Se trata más bien de la sabiduría secreta de Dios, del secreto designio que Dios, desde antes de crear el mundo, ha dispuesto para nuestra gloria.